Corrió,
corrió y corrió.
Corrió
lejos, hasta dónde nunca había llegado antes y donde empezaba esa línea
invisible que separa la ciudad de las montañas que veía cada mañana desde la cocina
sin ambición, a pesar de ello, la necesidad lo obligó a correr, la necesidad a
la nada, para sentirlo todo, para sonreír sin motivo y mezclarse con canciones
que nunca antes le habían producido un cambio de temperatura en su interior, fue seguramente por ello que cuerpo empezó a hablarle, y paró a mear, como si hubiera estado esperando
ese momento durante años, y giró, se miró los pies desnudos y se dirigió hacia
su hogar, dónde le esperaba la infelicidad.
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