jueves, 28 de enero de 2016

MAR ADENTRO



Sintió cero por alguien o por algún instinto. El agotamiento embarga, la vacuidad de aquella chispa enérgica y nerviosa que me caracterizaba.

Hay tiempo para otros menesteres. Pero es extraño, es como si se hubiera forzado un cambio inesperado, como un domingo que no tenías que trabajar.

No importan los ojos que se apoyaban, ni las palabras que los odios escuchen, apenas ahora un espacio reducido es estimulante. La mente vaga como un perro viejo que ya todo lo ha vivido, que no tiene otra ambición que dejar que corra el tiempo en su rincón favorito de la casa.


Después de aquella tormenta presente como un recuerdo vago para tan ausente capitán, las velas del barco están agujereadas y los holgazanes marineros, sin retraso de provisión y, sin embargo, hartos ya de tanto ron, esperan que la tierra los encuentre a ellos.

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