sábado, 2 de enero de 2016

POLOS



Al encontrarse y reencontrarse sufrían de comienzos inciertos, disfrutaban de procesos espectaculares y se despedían con finales insulsos.

Él le daba vueltas a su interior, expresaba su pensamiento en cada momento cuando por fin sus neuronas conectaban algo con sentido. Ella sin embargo valoraba lo que le rodeaba; empatizaba con el entorno y las acciones que lo formaban y lo modificaban.

Se entendían entre otras porque tuvieron una educación muy parecida: conservadora, centrada y rígida. Ambos escapaban constantemente de ella; él alocado, ella con miedo. Nunca supieron cómo. Querían conocerse más a ellos mismos. Explorar, disfrutar, vivir.

Cuando la física colapsaba, brotaba la química. Los años pasaron pero ellos seguían mirándose dentro. Química cuando se observaban, cuando compartían su manera de ver el mundo, cuando se contaban todo lo que habían hecho desde que quedaron por última vez.

Con ella, él evolucionaba a un Aries bien dotado, seguro de si mismo. Ella se dejaba hacer, tiranizada como Géminis inmaculada que era, 100 % sentimiento. Era dar y recibir, con cada protagonista interpretando su papel a la perfección.

Se gustaban físicamente. Eran bellos, bien formados, tenían curvas. Él era muy visual, necesitaba sexo en su día a día, le gustaba arrojarse encima suyo y aún más que ella se lo pidiera. Ella era erótica, sensible, requería de impulso, disfrutaba siendo fuertemente empotrada por él, con arrogancia, sin tapujos.

Para ellos química era igual a atracción. El deseo los definía. Ambos actuaban como el otro ansiaba.  Les costaba comportarse como los seres domados y amansados que habían formado. Eran libres. Querían y lo hacían. Explotaban. Con ropa o sin. El cualquier rincón de la casa. En la calle. Sin protección.

No quedaron más de 4 días seguidos. Sus cuerpos no lo pedían. Actuaban a ráfagas. Y cuando las ráfagas echaban chispas, ellos bien podían asegurar que se paraba el mundo, que no había nada que tuviera importancia,

Nunca se quisieron, solo les embargaba el deseo.




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